2oo9 - Detalle (6).

"Si me ocultas tu sombra, me esconderé.
Si me olvidas en el camino, huiré."

Atrapados.

Author: Noúmeno /




El tiempo se desintegra cada vez que pienso en ella.

Amargo, Jean-Cláude se sentaba cada mañana en el acerado de enfrente de la casa de su ex-novia. El pretexto de cada día era el mismo, el paseo rutinario del cocket de su hermana: Bree. El pobre perro siempre quedaba libre albedrío al llegar a ese punto. A Jean-Cláude no parecía importarle. Simplemente tenía interés en los movimientos que se acontecían tras las cortinas que cubrían el interior de las ventanas.

Sé que está ahí dentro. Y aún así, siento que esas paredes son tan gruesas...

El perro podía distraerse con cualquier cosa. Era la antítesis del Jean-Cláude de aquellos días. Cargar con él le abrumaba. Sentía que no podía seguir su ritmo, y que para él era más fácil contactar a su ritmo con la propia realidad.

Si asalto aquella jaula, tal vez pueda rescatarla.

O al contrario. Mirando sus manos, Jean-Cláude daba con un vacío sensacional. Él estaba tanto o más atrapado que ella. Él, en un mundo si ella. Ella, en un mundo sin él.

Piedra, papel, tijeras.

Author: Noúmeno /

Christian Howler se había quedado a solas en aquella habitación vacía. La anaranjada hoguera le hacía perecer en el sueño más solitario de todos, donde el ocaso permanecía inerte durante horas y horas.

Intentaba buscar una forma en el amplio sillón veneciano, de tal manera que pudiese pasar el mayor tiempo posible estático, inmóvil. Las sombras de la habitación le crispaban, pero más le enfadaba aún el hecho de que fuesen provocadas por la única fuente de calor presente.

El sueño se convertía en angustia. El fuego enviaba sus sapientes chispas hacia la vera de la chimenea de piedra, esperando conquistar un poco más de la oscura habitación. Las cenizas amenazaban con irse y abandonar la fogata, junto a la leña que ya estaba consumiendose al completo.

El viento, en la única ventana patente, susurraba amenazante a Christian. Tal vez una rendija en el propio cristal era el causante de que el fuego se convirtiese en aliado del viento para iniciar una danza macabra que removía salvajemente todas las sombras de la habitación. Desde la del sillón, la de la botella que el hombre poseía en su mano derecha, y la de la figura del fondo.

Un trueno la reveló. Una figura que había entrado sin ser percebida por Christian. Sonreía, esperanzadora, a un hombre que daba su último trago a un Martini.La tormenta no rezaba ningún cometido bueno para aquella noche de Abril.

Christian Howler falleció en su propia casa, en su salón, víctima de una bala de 9 milímetros procedente de una pistola firmada con su nombre.

La casa de Lucilda.

Author: Noúmeno /

Colin se sentía semiabandonado en aquel apartamento. Ya había pasado media hora desde que Lucilda se marchó al trabajo nocturno. De esa media hora, un cuarto había pasado como si de 3 minutos se tratasen, mientras que el otro par de 15 minutos habían pasado como tres horas.

Sentado cerca de los ventanales, durante minutos y horas, el joven estudiante lidiaba con el tiempo para desvestir al sol en su ocaso. El color anaranjado del cielo teñía la única habitación con la que contaba el apartamento, serenando el ambiente y armonizándolo. Había algo oculto en el silencio, opaco a los ruidos ajenos de la ciudad.

Colin no hacía más que darle vueltas al mismo asunto. Lucilda. Culpa de ello era el hecho de tener cinco fotos de ella, de las portadas de la revista Vew, muy bien distribuidas por las paredes de la casa, de tal manera que su figura no escapase al joven chico. Las imágenes lanzaban miradas indiscrimadas a Colin. Parecían querer echarle de allí. O al menos esa era una de sus sensaciones.

La otra sensación la transmitía el tumulto de ropa esparcida por la habitación. Era obvio que toda pertenecesiese a Lucilda, que puesta y dada a quitarse ropa, no era muy dispuesta a ordenarla. De todas maneras, el pobre chico no se sentía con el coraje suficiente como para ponerla en otro lugar (sobretodo cuando se trataba de ropa interior).

Para pasar la tarde y noche hasta la llegada de Lucilda, la cama prometía ser un lugar idóneo, pero no fue así cuando la descubrió deshecha, y con miles de cojines por almohada. Incluso el sofá era incómodo para ver la pequeña televisión de 20 pulgadas. Al cabo de la tarde, Colin adoptó un sin fín de posturas distintas hasta lograr dar con una solución interesante al respecto: colocar uno de los cojines que había en la cama de Lucilda. Aún así, ver la tele tampoco era algo emocionante, después de comprobar que el audio estaba defectuoso, y se escuchaba a trozos.

También se percató en la pequeña planta que había al lado de la puerta de la entrada. Juraba no haberla visto cuando llegó en un principio, pero en ese momento, podía ver que estaba más o menos seca. Le echó inocentemente un vaso de agua por encima. Aunque no sirviese de mucho, así se sentía mejor.

¿Cómo he llegado aquí? Tal vez eso era parte de un plan divagante y sin sentido que lograría comprender al final, o tan solo un paso caótico hacia el infierno de la duda. Y todo por haber caído en manos de aquella "gentil" streaper.