2oo9 - Detalle (6).

"Si me ocultas tu sombra, me esconderé.
Si me olvidas en el camino, huiré."

A quien odié.

Author: Noúmeno /

Y llegó el invierno. Sentados a la orilla de la calle, en el portal de mi casa. Llovía. Aquel gorro de lana cubría tu cabello, al igual que la gruesa bufanda gris hacía lo propio con tus labios. Te encogías sobre tí misma, guardando el poco calor que habíamos conservado del verano.

Creí haberme resfriado, después de 15 años. No olía tu verano, lo había olvidado. Olía a cemento y humedad. Apoyado en el resquicio del portal, observaba hacia fuera, buscando el espacio que existía entre cada gota.

El viento era gélido. Azotó tu bufanda y describió un nuevo camino en el hueco que nos separaba. Me limitaba a observarte. El viento que nos arrumaba no era tan frío como nuestro silencio. Y sin embargo, allí estaba presente. Entre tu abrigo de piel, y mi chaqueta de cuero.

Te recluías un poco más en ti, sujetando tus botas con tus manos, sin levantar la cabeza. El suelo no podría reflejar tu rostro. Yo tampoco podía observar más lejos. Aunque no hubiese niebla, el ambiente era difuso, borroso, angosto. Más allá de ti, había fantasmas de un reino helado, donde los reflejos de cada gota de lluvia gritaban mi nombre en alto.

Tuve que ser yo, entonces, quien te despidiese de mi casa. Tras los 15 esperados años.

Abrí aquel paragüas rojo, y lo extendí sobre tí. Me hubiera gustado caminar contigo bajo la lluvia, imaginando a cada gota como pétalo de aquel olvidado verano.

A quien amé.

Author: Noúmeno /

Cuando el viento cambió su dirección, tu sombrero voló por los cielos, mezclándose con el color añil de las delicadas nubes del verano.

¿Sientes el frescor de la hierba a tu espalda y en tus brazos? ¿Puedes respirar el aire limpio de este verano? ¿Te gusta este sabor, el sabor de mi verano?

Hace años que dejé de escuchar esas palabras. Llevo 14 años buscando aquel verano. A partir de mañana, ya serán 15 esos años. Y continúo esperando que llegue esa ráfaga de aire. Aquella que desvele el cabello del rostro, que me haga girarme hacia atrás, con los ojos entrecerrados, para verte, por sorpresa, saludándome con una sonrisa y las manos imbuidas a la espalda.

Tu vestido se agitaba suavemente. Sentía como ese sutil vestido celeste de una pieza era el que originaba la brisa de tu verano, con sus meditabundos movimientos hacia el sur. Intentabas atraparlo con tus manos, como un juego, impidiendo que se alzase y escapase.

Olías a fresa, limón y ciruela. Aún así, tu cabello expiraba canela, que me serenaba y contenía.

Me sonreías y me hablabas de un tema trivial. Qué bellas son las flores del descampado, o como te gusta el sonido de las cigarras, el rumor del aire sereno, el resto de sonidos de nuestro verano.
Tu vestido describía aureolas dinámicas, como olas en el mar, que se iban a perder por detrás. Sentada en el prado, tornaba a piztacho el color del mismo, mimetizando con el campo de flores. Vestías de claveles y orquídeas. E ibas descalza, arraigando tus dedos a la fresca tierra. No hacía calor a tu lado. Todo aquel momento era luz.

Intenté atrapar aquel gorro de paja en el aire. Pero no hizo falta. Cayó suavemente entre ambos, esperando que lo recogieramos al unísono.

Nuestro verano se convirtió en la anécdota de aquellos pequeños roces, esas contadas palabras, y esa delicada sonrisa.

Versoconstricción.

Author: Noúmeno /

Por objetivo, 10.000 silencios.
Uno detrás de otro, quietos.
Los 10.000, ninguno más en este momento.


Ella se sienta frente al tocador. Enciende el interruptor, y la luz accesoria del mismo replega y describe su forma reflejada en el espejo. Idéntica. Su cabello reposa en su sitio. Al igual que su frente, sus oídos, sus labios, su nariz. Sus ojos, en cambio... no quiere verlos.

De entre todos, escogeré uno.
El más bello, el perfecto.
Y solo entonces, mataré al resto.


Alza su mano. Lento. Sus yemas caminan por la fría superficie del espejo, conectándose con las de la imagen ilusoria. Se desliza, buscando su falso relieve. Pronto, aquella segunda mano le ayuda, siguiendo su camino, describiendo un nuevo sendero de descubrimientos en su inverso reflejo. Falso.

Son tan solo 10.000, en silencio.
De entre los muertos, uno proclama.
Aquel silencio, el rebelde me espanta.


Sus labios yacen en los del reflejo. Las manos se entrelazan. El espejo se estremece. La luz se pierde. La locura, el frenesí, el conocimiento es perfecto. Ella se describió ante su espejo, y el reflejo le contestó, en efecto. Quiso hacer de ella su propia imagen. Quiso robar su verbo, su palabra y su sentimiento. Sus pieles se unen en el espejo. Reflejo y reflejada. El espejo no es barrera.

Grita al cielo, destruye el silencio.
No está contento, está muerto.
De entre los 10.000, yo hice mi cuerpo.



Ella yace en el espejo. Atrapada. Con su deseo.

¿Y si de entre los silencios,
tú no fueras el verdadero?
¿Qué significa? ¿Tu silencio?

Evocación al delirio.

Author: Noúmeno /

Juro que no quiero saber.
Juro que no quiero conocer.
Juro que no quiero admitir.
Juro que no quiero presenciar.
Juro que no quiero presentir.
Juro que no quiero deducir.
Juro que no me quiero enterar.
¡Juro que no quiero reclamar!
¡JURO QUE NO QUIERO VIVIR...!




- Lo escribió él, antes de huir tras la explosión. - Comentó la detective, mientras me permitía observar el trabajado esfuerzo que el presidiario había puesto en sus palabras en la pared. - Al menos nos hace a la idea de que tenía un motivo para salir de lo más profundo de los avernos, y excavar una grieta en el cielo... -

Asentí, levemente, pasando la mano por la última frase. - Aún así, aquí falta algo importante... -

Gabriella se quitó el cigarrillo de las manos y miró hacia arriba, expulsando el humo. - Sin tí. - Observé, continuando la línea de visión de la jefa de prisión, el techo de la celda. Mi terror al contemplar esas últimas dos palabras ensangrentadas en el techo me dejaron sin aliento.

El hueco de las palabras.

Author: Noúmeno /

Cargó con una de las cajas hacia la parte de atrás. El maletero estaba lleno, pero nada le impidió introducir la última de aquellas cajas a presión, destruyendo todas las leyes que regían en los juegos de Tetris. Acabó cerrando la puerta del maletero a presión, sirviéndose del peso de su cuerpo para que la traba se aplicase. Suspiró. Le daba la siniestra sensación de que si el coche recibió un golpe o en el mismo momento de abrir la puerta, ésta saldría parapetada por los aires cual lanzamiento de proyectiles. Pero no le importó. Al menos a él no le afectaría: más bien a que se colocase detrás en ese momento. Fuerza elástica.

Buscó posteriormente a Eleonor, pero no estaba a su alrededor. Un par de llamadas en voz alta por su nombre no tuvieron respuesta. Alzó la vista al puente de madera, ese que conducía a la casa rural. Si silueta se discernía fácilmente, por lo que dejó de preocuparse. Se centró en cerrar la casa y arrancar posteriormente el coche.

Eleonor había estado muy distante desde aquella noche. Él era consciente de ello. Le faltaban las palabras. No sabía como dirigirse a ella. Solo habían cruzado un rutinario "Buenos días" en toda la mañana. Luego un esbozo de sonrisa, una mirada perdida, una evasión de su presencia. Él no era capaz de comprender esa situación. Era como si, tras aquel momento, todo hubiese sido dicho. Ya no había más frases que intecambiar.

Frenó al lado de Eleonor en el puente, y bajó la ventanilla, observando lo mismo que ella estaba mirando. El riachuelo se abría al sur, destino a un cauce más frondoso. Los árboles, al contrario que en el bosque lateral, se abrían dejandole paso, en lugar de cubrirlo. No se veía bien el destino del mismo río en el horizonte.

- Volvamos. - Dijo él. Ella mantuvo la vista serena, mientras la brisa le agitaba. Asintió, y compartió el asiento del copiloto junto a sus desordenados pensamientos.

Sin pensar.

Author: Noúmeno /

Llegó el momento esperado. Los cinco reunidos frente a la diana. El fin de la discusión tardía, el principio de una batalla cuya tregua llegaba a su límite. - Que despierte el silencio. ¡Un amago, y muerte! ¡Adelante, señores! - Acabó señalando la meta de los dardos y retiró. Todos apuntamos.

¡BANG!

El estallido de la consiguiente salida del fuego azul veló la anillada ánsia del deseo fallecido. El quinteto de cuerda se cayó. Todos cayeron. El viento arreció. Todo acabó así. La vista se nublaba. Perdía el sentido. El llanto se ahogaba. Un silencio de unos microsegundos. ¡Una instantánea de la muerte!

No quise pensar nada más. Escribí en mi mente el último verso del poema de mi vida. Suspiré, y velé por la caída de los reinos olvidados. Como el mío propio. Mi mundo y su ocaso. Sucumbía el hambre de gloria. La victoria sufría su último aliento.

- ¡Y era así! ¡La salvación! -

Alma de porcelana.

Author: Noúmeno /

[...]

Bajé las escaleras, temiendo que la luz del fondo fuesen imaginaciones mías. Doblé la esquina dos veces, buscando un pasillo donde brillase de nuevo. Volví a bajas unas escaleras. El techo se cernía sobre mi cabeza, cada vez más cercano. Notaba que los escalones perdían grosor, y mi pie sobraba en la mitad del mismo.

Resbalé, finalmente. Fueron tres escalones. La pared del fondo me paró en un rellano liso y estrecho. Perdí las escaleras de vista. En aquella planta, la oscuridad había fundado su reino. Busqué un mechero en mis bolsillos. Descubrí que lo había dejado en casa.

Hallé sujección en la pared y me erguí como pude. Me dolían las piernas, de la caída, seguramente. Pero podía continuar andando en la sinuosa oscuridad. El brillo de la luz, mortecina, yacía paralizado tras una esquina lejana. El pasillo se estrechaba más y más conforme andaba. Pronto, la envergadura de mis hombros era demasiado ancha, y las paredes amenazaba con bloquearme el paso. Probé de costado, caminando lentamente de lado. Pero así, no veía la luz.

Cuando me percaté, la distancia que separaba el último rincón y el destello incandescente, se había hecho inpenetrable. Ya no había nada. Había quedado atrapado. Y lo peor de todo. Quería dar marcha atrás.

Pero el pasillo se estrechaba más y más...[...]

Que despierte el mar.

Author: Noúmeno /

Finalmente, el haya fue localizada por los seguidores del mapa. El esbelto y firme árbol dibujado en la esquina suroccidental de aquel andrajoso trapo amarillento, resultó ser un espléndido haya de color blanquecino que sobreseía el paraje de Páramos sin encontrar enemigo o copa alguna que pudiere hacerle frente.

Andrés localizó el lugar por las hojas que habían caído por el camino. Se abría septiembre en aquellos días como huellas por un sendero de arena seca y caliente. En esos momentos, aquellas hojas se asemejaron a las migas de Hansel y Gretel, pero no había pájaros que las quisiesen para cenar. Andrés, consciente de ello, indicó a Marta y a Victor para que las rodeasen, o en su defecto, que no las cambiasen de sitio. [...]

El haya se cernía sobre ellos. Ahora no sabía muy bien como interpretar la siguiente pista. Los desmarcados pasos de Joenito "El Black" desaparecían en aquel punto. Su desánimo era notorio. Estaba claro que su aclamado tesoro se hallaba en ese punto, en ese lugar. El problema era...

"Habrá que cavar, ¿no?"
"¿Por qué cavar? ¿Y si está dentro del árbol?"
"¿Cómo se puede esconder un tesoro en un árbol? ¡No viviría!"
"¿Cómo que no? Un árbol millonario viviría de lujo."

Ante la indecisión, y la falta de herramientas para iniciar cualquier acto de localización del tesoro en ese amplio claro, Victor tomó la alternativa.

"¿Pues sabéis qué? Hemos estado colaborando lo 3 durantes 2 días y su correspondiente noche. ¿No creéis que, Joenito "El Black", simplemente nos haya traído aquí para ver lo mismo que él?"

Se acercó al haya y se percató del desfiladero que la rodeaba, el desfiladero sur-este de la costa de Elvía. Salía el sol en el horizonte.

"Y que cada uno inicie su historia, como el sol cada mañana, cuando bautiza mis ojos con un nuevo despertar." Fueron las palabras que escucharon por primera vez del propio "El Black".

El intérprete de los silencios.

Author: Noúmeno /




¿Recuerdas, héroe mío, aquella noche de Agosto de hace dos años? Prometiste que todo se olvidaría, sobre la tumba de tus dedos subyacientes. Aquella noche te burlaste del arlequín del destino y juraste no volver a mentirte. Pero ser fiel a tus propias palabras es un problema dificil de resolver. Implacables, tus bulos y tus sortilegios se alzan contra tu sombra y la borran del suelo, separándote nuevamente de la Tierra, devolviéndote a un mundo del que creíste haber escapado.

El viento laceró tu rostro, quemándolo con brevedad. Se levantaba tu piel esquiva hacia la nada, convirtiéndose en cenizas. Junto a las cenizas, tu sangre vertida en un suelo que no reconocías y fragmentos irreconocibles de tu extremidad que no debían estar allí. Grotesco, bizarro, un show delicioso para el freak del gore. Pero para tí, aquello no representaba más que la entrada a los abismos de tu mente, a un lugar, una lejana habitación, donde guardabas todo aquello que nadie quiso ver nunca. Se cierra la ventana. Quedas atrapado en la inerte pesadilla de la eternidad.

¿Lo recuerdas ahora? Llorando, te alzaste ante tu escape, lo único que te había permitido alzar la vista al cielo. El roce de tu mano con él lo hizo estallar, en mil pedazos, metralla sanguinolienta que se mezcló con las gaviotas y los cuervos. Volaban, alejándose de la inminente extinción de sus cantos. Tu reflejo, astiado, quedó inmóvil frente al piano, mientras la última canción se quedaba sin empezar, enclaustrando una mentira tras otra, en un sutil mundo de tinieblas que ya te han arrebatado más de un fragmento de vida.

¿Qué harás ahora? ¿Llorar y volver a mentir? ¿Reir y asentir? ¿O dejar de soñar y crear algo real...?

Preámbulo de una historia olvidada.

Author: Noúmeno /

Aquel monasterio en ruinas aún poseía rastros de su pureza en los recovecos iluminados parcialmente por el sol de aquella mañana. Crecían multitud de verdes hierbas por las rocas que le dieron forma en antiguos tiempos. Los toques de color lo daban las flores blancas y amarillas que brotaban insospechadamente de un lugar a otro, protegidas por el santo velo de la antigua capilla.

No toco nada ni muevo piedra alguna. Me limito a acercarme al altar por un pasillo bloqueado por restos carcomidos de bancos de madera y techumbre de las cupulas derruidas. Al llegar me inclino y me santiguo. "En el nombre del padre."

Saint-Piètre había tenido momentos mejores. Antes de la guerra, en aquella casa del Señor se albergaban algo más que creyentes. Los registros del Ayuntamiento de D'Egressa titulaban aquel lugar como albergue de huérfanos. Dado que en los alrededores no existen orfanatos, muchas veces las parroquias hacían dicho trabajo en nombre de Dios. Aunque no por nada. Y dudaba que el santo Padre Nicolai de Saint-Piètre fuese menos.

Observo a mi alrededor para confirmar mis sospechas de una manera u otra. Regreso a tiempos de la guerra.

Los niños huérfanos no se podían contar con los dedos desde el primer mes de asaltos bélicos del coronel Biggo a Priezza. Muchos de ellos acababan muriendo de inhanición en calles donde solo viajaban balas de calibres considerables y aquellos antiguos tanques que los revolucionarios compraban a Misa. Otros tantos, era víctimas de dichos transeúntes.

Los refugios eclesiásticos se pusieron a la orden del día, dada la férrea defensa con la que contaban involuntariamente. Vigo de Vanderbell impuso esa moda en sus antiguas edificaciones por la zona sur de D'Egressa. Pensó que el Señor necesitaba de una casa bien cimentada, que no callese ante la corrupción ni el pecado. El Señor necesitaba una casa sobre la roca, y con la misma, lo levantó.

Tal vez por eso los niños que sobrevivieron fueron llamados hijos de la Piedra Santa, sobre la que se construyó la fortaleza del señor.

Perro bajo la lluvia.

Author: Noúmeno /

Desconozco si ese es su auténtico nombre, aunque la singularidad del mismo me hace pensar que no es así. "Caronte", aquel elfo de Dion, me observa con una esbozada sonrisa infantil en sus labios. Está empapado. Su cabello lacio y albino se mezcla con su blanca piel mientras se deshace con el agua. Solo sus agudas orejas sobresalen en su afilado y femenino rostro. Me llaman la atención más que otros rasgos. Sus ojos son pequeños, pero permanecen semiocultos por algunos cabellos rebeldes que decaen por delante de su rostro. No se los quita, no parecen molestarle para verme.

"Soy un can guía." Me dice, de repente. "Desde hace años espero a personas como tú."

Su voz es suave y bien medida. Aunque me da la impresión de que no es la primera vez que dice esas palabras ante un desconocido como yo. Interpretando sus palabras, me levanto como puedo del suelo mojado, aun dolorido. Siento el agua hasta en la ropa interior. Pero lo que más siento, es el malestar y el daño de la pelea sobre mis hombros.

"Llevas ahí tirado una hora, aproximadamente."
"¿Me has estado observando desde que empezó la pelea?"
"Sí, así es. No vi la necesidad de interponerme en la rencilla."

Escupo al suelo. Tengo dolor en las muelas. Tal vez causa del puñetazo de ese recio hombre.

"¿Estás enfadado?"
"¿Enfadado? ¿Me ves enfadado?"
"Si."
"..."

Me sigue con la mirada aun cuando pienso en guarecerme. No tengo ganas de continuar. Había perdido orgullo y lo poco que podría tener encima. Aun así, el elfo me sigue.

"Necesitas ayuda."
"Déjame."
"No puedo dejar a un cachorro tirado bajo la lluvia."

Le miro de lado. Parece tener cierta obsesión con los cánidos para que los use como referencia a todas sus frases.

"No me conoces. Yo tampoco te conozco."
"No importa. Necesitas ayuda. Y un perro bajo la lluvia, es perro muerto. Sígueme. Soy un perro guía."

El árbol colmado.

Author: Noúmeno /

Hoy he estado viendo las estrellas desde más abajo, desde el patio interior. Las paredes de la casa limitaban mucho el cielo. Solo veía un pequeño ángulo del sextante si levantaba la cabeza en vertical desde el centro del patio. El resto del cielo nocturno yacía detrás de las paredes de la casa.

Estuve media hora buscando, por inercia, el lugar idóneo para enclavar mi alma y quedar a la vista de las estrellas. Pese a ser un patio muy pequeño, me llevó bastante tiempo encontrar el rincón perfecto: me tumbé boca arriba en el centro, orientando mis piernas hacia donde supuse que estaba el sur.

En cierto modo, no quería moverme, aunque aquella noche se viese tan limitada. Me daba la sensación de que era yo mismo, dandome órdenes a mi mismo, quien se confinaba en aquel reducto del espacio. La lógica me ignoraba, y me mecía en una autocontemplación de la nada.

Todo iba demasiado rápido, y cuando me quería dar cuenta, cualquier empresa iniciada, había acabado. Necesitaba agarrarme a algo. Pero el cielo era demasiado amplio. Tal vez por eso me confiné en el patio aquella noche. Viendo esas paredes, el ritmo no me atraparía, y podría encontrar algo de serenidad o fijeza.

Ni siquiera Perseo parecía poder tenderme una mano para levantarme...

¿Existe algo más fuerte que el agua?

Author: Noúmeno /


Extractos del cuaderno de Victor-Antoine Manmelier, hallados en una balsa cerca de la costa noroccidental de Australia.

"A la deriva del vasto Índico, las únicas compañeras con las que cuento son mis preguntas. Ya son 4 días de angustia pasajera y nómada. ¿Realmente puedo pensar que vendrán a rescatarme? O, ¿puedo preguntarme si alguien se acuerda de mi?

Anteayer dejé de gritar a los espejismos matutinos. Renegado a los hechos, me dejé caer en la manta evitando a mi peor enemigo, el sol. Sabía que lo único que hacía era gastar saliva, algo que apenas me quedaba ya. Tengo sed y el agua potable de la que dispongo se reduce a dos gotas y media en una cantimplora que parece un microondas.

Es un asco verte rodeado de agua en ese instante. Seguro que a más de un náufrago se le ha pasado por la cabeza lo mismo. ¿Es una burla del mar? Tengo sed en el lugar con más agua del mundo. Qué ultraje.

Sí, he debido estar ciego todo el rato. Aún cuando sé que no es más que otro espejismo. Y en el momento en el que beba de esa agua, todo acabará para mí."

El sitio del hombre.

Author: Noúmeno /

Ante ayer le dije a Ricardo que tal vez me pasaría en unas horas por su taller. El propósito no era otro más que observar (y admirar, según él) la exquisita estructura que ha habilitado tras el depósito para la "despensa de tuercas". Si, otro pequeño almacén más. Podría salirle más rentable tirar abajo los tabiques y las paredes con el fin de dejar un solo almacén, más grande y espacioso que el depósito, la despensa, y el garaje por separado.
Pero no, a Ricardo no le gustaba eso. Prefería ordenar las cosas en sitios pequeños. Solo así los tenía más a mano. Y si podía extender eso de su dormitorio, donde tenía 2 armarios y 3 mesitas de noche, al trabajo, mejor aún.

Aún así, sabía que no tenía tiempo para continuar delinqueando esa tarde, sobretodo después de lo ocurrido. Suficiente mal me ha hecho la consola esta mañana para seguir desaprovechando el tiempo. Y eso que había pensado que tal vez podría meditar sobre los hechos... Además, olvidaba aquella otra cita del viernes. La de Charo. Estaba inscrita en la cubierta de la play, con una frase acuñada que decía "FUCK!". Para olvidarla. Seguramente la hizo cuando fui al baño y la dejé frente al televisor. No ha debido hacerle mucha gracia la consola. Supongo que tendré que verla de paso. No me conviene que se convierta en mi enemiga a estas alturas del curso.

Hm. Creo que regalaré la play a Cáritas. O a la Cruz Roja. O a una iglesia. Me pregunto si aceptarán hijos pródigos en ese caso. Estoy viendo la necesidad de ir a menudo después de todo esto. Aunque sea para que el padre me absuelva de algo que llevo inscrito por defecto. Qué poco creyente, sí.

La costurera.

Author: Noúmeno /

La tarde se ponía. La única luz que entraba a aquel lugar era la delgada línea anaranjada que iluminaba por encima de los edificios del fondo, dando de lleno en la parte más alta de la habitación de la costurera.

Ella mecía su silueta sentada sobre esas antiguas sillas hechas de cuerda recia y mimbre. Estaba algo echada hacia atrás, dando la sensación de que en cualquier momento se caería. Sin embargo, sostenía bien a la dama costurera. La sombra se ambos elementos de la habitación se evanescía en el suelo oscuro, apenas iluminado. Solo la luz del ocaso desvelaba el secrto de aquella habtación donde la costurera quedaba reducidad a una simple acción.

Coser.

Sus labios podrían sostener un buen número de agujas, en todas aquellas depresiones que conjuntaba con las arrugas de su frente. Sus mejilas enflaquecían en cada movimiento de sus manos, mientras unía dos y dos. No movía el cuello. Su mirada estaba inerte desde un principio en la prenda que cosía y cosía.

Era dificil ver sus ojos. Los tenía escondidos bajo sus parpados, o dentro de su cabeza. Si lloraba, lloraba hacia dentro. No quería mostrar sus iris y lo que ellos representaban. Se sentía vieja. Como aquella tarde que oscurecía.

Frágil y por momentos fragmentable. Se vaciaba conforme veía que aquel trabajo se acababa. Solo un zurcir más y podría respirar.

Cuando el sol se pusiese. En el ocaso.

Auto-stop,

Author: Noúmeno /


Como cuando viajas en coche. Sí, es exactamente así. Te apoyas en el reposabrazos para observar a través del cristal el fenómeno de la lejanía. Notas como todo lo cercano se mueve más rápido que lo lejano. Aquello que posees a tu lado te abandona antes, mientras que el fondo lejano permanece inerte. Como si nada ocurriese.

Cuando aprietas el botón o mueves la manivela para bajar el cristal de la puerta, luchas para que eso que tanto se aleja pueda ser parado de alguna manera. Tal vez alargando la mano, o saltando. Pero para cuando saltas, el viento en contra te impulsa y pierdes más de lo que esperabas. Pierdes ese automóvil que te llevaba. Pierdes el sentido en cada trompo. Acabas despistado.

¿Qué estabas perdiendo? Es demasiado tarde, tal vez. ¿Ya se fue?

Y te quedas entonces varado en las inmediaciones del camino. Solo hay dos sentidos iluminados por el sol. Cual fue el pasado y cual el futuro queda a tu decisión entonces.

Es momento de cargar con el cielo y hacer auto-stop.

Cigarras.

Author: Noúmeno /

Me quedé esperando en la esquina de la calle, frente a la verja de la entrada. Allí cruzaban dos calles que desembocaban en la circunvalación de la plaza de toros del pueblo: la calle del Jueves, y la del tío de Cristóbal. Como si nombre indica, la calle del Jueves es donde se realiza el mercaíllo del Jueves, tan repetido a lo largo de los años desde que tengo consciencia. Y supongo que más. Pero era Lunes, y encima por la tarde, por lo que el ambiente de aquella esquina estaba lejos de ser el vivaz y festivo día de compras al por menor.

El calor estaba presente, emisario de un verano bastante angosto, por lo que debía suponer. Aun así, a la sombra de los pinos que bordeaban el patio interior de la vieja "escuela" de música, se estaba bastante bien.

Era una sombra bastante desordenada, la verdad. Dependía del leve viento que hacía en aquella esquina de calles. El movimiento de las ramas a veces dejaba iluminar unas parte de mi ropa y a veces no, como un mosaico de luces anaranjadas en contraste con las sombras grises y oscuras. Podría deshacerme del tiempo con el mero hecho de contemplar ese movimiento.

En cambio, mi momento favorito no era el del fulgurante sol de mediatarde sobre mi cabeza. Era el sonido de después de comer el que me prendía. Me dejé caer hacia atrás, para apoyarme en la pared de hormigón con graffitis. La reja metálica de la entrada estaría ardiendo mientras le diese el sol. La sombra del pino me protegía, así como la funda del violonccelo.

Cerré los ojos, apoyándo la cabeza en la pared y recogiéndo entre mis brazos las rodillas. Las cigarras hablaban. O cantaban. O simplemente emitían un "hola, estoy aquí", de advertencia. Era ese el sonido de mi verano.

Bienvenido a Incertidumbre. (I)

Author: Noúmeno /

Yo, el conde Álamos de Vion-Terrae, redacto la siguiente misiva para que vuestra señoría posea las últimas informaciones obtenidas por mi séquito de los más eficaces espías, y para que pueda operar con dichos datos como vea conveniente en el caso que incumbe a las tierras frías y al ducado de Serpemsomnio.

Bien es sabido que el interés del Duque Pynio II es el mero internamiento comercial entre los lazos portuarios de Estepa Norte y los resquicios económicos de Costablanca y Bian-Terrae, actual Playa Nevada. Sin embargo, se sospecha que dicha ruta comercial conlleva con su propia creación el fomento de algo más que relaciones comerciales. Sus sospechas, su majestad, pueden hacerse patentes cuando mis hombres han dado con las formaciones del Duque marchad en noche hacia la capital de la Dama Tempesta.

Hemos buscado objetivos en tales opciones militares, pero damos a conocer la posibilidad de una alianza de alta traición contra su señoría, al ser el duque uno de tantos enemigos sus cosechas se ganan con cada batalla, dados sus "intereses comerciales".

El hecho de que la Dama Tempesta haya escogido al señor duque Pynio en esta operación puede significar 2 hechos importantes que detallo a continuación.
-La Dama desea operar en territorios hostiles como pasó tras la fracasada incursión de su señoría (con perdón), en los territorios gélidos, pero contando con otro individuo. Esto conllevaría la desestimación de sus terrenos del norte, algo que se destruiría de dividirse los nuevos territorios entre Estepa Norte y el Ducado. Permanecería vuestro reino en rodeado por una alianza que podría operar contra usted en cualquier momento.
-Es probable, también, que esté utilizando la misma estratagema que usted mismo descubrió. Tal vez la Dama sea más lista y prefiera continuar con un nuevo peón, dada la poca estima que le mantiene a su señoría actualmente desde que evadió las últimas órdenes de acto bélico.

Vistas las opciones, mi consejo, su señoría, es que tenga a su lado cuantos estime oportunos. Ocurra lo que ocurra, si la tormenta arrecía, es más fácil sobrevivir si se trata de un millar de hombres juntos, que de uno fraccionado. Tales actos sin su consigna no deberían quedar de tal modo indemnes.

En alta estima y fielmente suyo,
su leal sirviente,
Conde Álamos de Vion-Terrae.

Requiem por un sueño '09

Author: Noúmeno /

Y allí estaba. Borracho, como cabría de esperar. O muy ebrio, en el caso de que aún quedase un poco de modestia en mi.
La noche, fría, me envolvía bajo una luminiscente luz de color anaranjado, procedente de una de las farolas de la plaza colateral al Café. Sabía que iba a llover. Aunque ya lo ha predestinado horas antes de que ese suceso ocurriera.

Frente a sus puertas, solo puedo ver reflejos. Imágenes grabadas a fuego de momentos pasados que cobraban vida en un circo de reminiscencias que caían. Una tras otra. Como si no les importase que yo, junto a otras sombras de la calle, nos quedásemos fuera, excluídos de un mundo que creímos nuestro.

Allí veo las mañanas, tardes y noches que he compartido con pocos y muchos. Contemplo como se marchitan los rostros de aquellos conocidos, y olvido aquellos que desconocí. Admiro los hechos, que me llevaron a mí, y a tantos otros, a elegir estas puertas en lugar de cualquier otra.

Descuide. Sé que solo han sido 3 años. Pero puedo creer que había una vida ahí dentro. Un sueño, forjado a fuego, en un blasón de coraje. No quiero creer en otra cosa. Porque los sueños pueden ser algo más.

Éste es mi réquiem por un sueño. Cuando cae la esperanza, y nace otra vida. ¿Por qué morir si sigues vivo en nuestro recuerdo?

Ya es hora de marchar. Pronto amanecerá. Tal vez sea hora de tomar un nuevo sendero y labrar lo que los poetas confían al destino.

La próxima vez que te vea, te invitaré a un café, y a un cómic.

Adios.

Prefiero olvidar.

Author: Noúmeno /




¿Recuerdas?
Juntos destruimos el tiempo para velar por las creaciones que queríamos soñar.

¿Recuerdas?
Juntos aniquilamos la paz para desistir de la violencia de nuestros actos y nuestros deseos.

¿Recuerdas?
Juntos derruimos los imperios que nos bloqueaban nuestros abrazos y llantos.

¿Recuerdas?
Juntos asistimos al ocaso de una partida sin fin.

¿Recuerdas?
Juntos.

¿Recuerdas?
Juntos matamos nuestros recuerdos.

Para no volver a levantarnos jamás.
Juntos.

Puerto de niebla.

Author: Noúmeno /

La niebla nunca me había gustado. Y mucho menos cuando era tan espesa que bloqueaba cualquier visión de los callejones del puerto de Barcelona. De haber sabido antes el número de sucesos extraños que habían acontecido en noches como esa en Puerto de Barcelona, tal vez me hubiera pensado dos veces el hecho de seguir a Patricia.

"Los informes detallan las coordenadas que Claudio encontró en el almacén móvil del Paseig Maritim de la Mar Bella." Me dejó las anotaciones de las coordenadas mientras ella observaba su MMC electrónico el flujo de coordenadas, longitud y latitud. Era una pena que no supiese interpretar el significo de tantos grados norte, tantos grados este, etc. Simplemente asentí a Patricia, limitándome a tener los ojos bien abiertos.

El puerto parecía carcomerse a si mismo mientras caminabamos. Ya no era capaz ni de distinguir bien la figura de la ex-policia. Solo era capaz de escuchar su respiración, dado el extraño silencio de aquellos momentos. Qué incómodo.

De repente se paró. Choqué con ella por inercia. Me disculpé en voz baja y me asomé por encima de su hombro. "¿Qué ocurre?"

La niebla se fue disipando poco a poco. O eso o mis ojos ahora tenían esa habilidad. Patricia se limitó a levantar la mano, para señalar con ella la silueta del Sant Grace, el elegante buque insignia del grupo directivo de la compañia "Galec". Permanecía barado en un punto ciego al otro lado del puerto.

"Mierda." La aragonesa me destronó con esa visión. Ahora Galec tenía relación con los traficantes de armas muertos en la Rambla del Raval. ¿Una empresa farmacéutica y un grupo terrorista peruano en un trato de contrabando de armas? ¿Qué pintaba mejor?

Aquellos que observan el Cielo.

Author: Noúmeno /

Los hombres permanecen limitados por el Cielo y la Tierra. Condenados a un limbo incierto entre lo inalcanzable y lo palpable, los hombres subsisten por si mismos. Viven, y hacen de su vida su sentido (muestran de la propia post-existencia la lógica de sus propias personalidades). Los hombres carecen de motivos. Se nombran como tales: fines ajenos a los objetivos de las realidades circundantes.

Los hombres observan. Determinan de lo sensible procesos y particiones. Derivan lo palpable de la Tierra a lo que sus propias capacidades aspiran. Categorizan y retienen, de todo lo visto, lo necesario. De entre lo observado, teorizan, y dirigen lo conocido a un estrato de extracogniscencia.

Los hombres vigilan. Hacen de los suyos, sus mismos, y de entre todos los reunidos, un ente de caracteres magníficos. Construyen y dirigen órdenes comunitarios de conveniencia con el objetivo de redimir lo que obtienen de la Tierra.

Los hombres piensan. Y hacen de lo que tienen pensamiento.

Los hombres observan el Cielo. Vigilan entre ellos. Piensan, con ellos.

A los hombres los une el Cielo.

Y el Cielo, a la Tierra.

El acertijo del 503.

Author: Noúmeno /

Hace unos días que comienzo a entender el ritmo de este juego. Sí, después de tanto tiempo, creo que puedo continuar cada pista.

Sin embargo, sé que quieres que lo descubra. Sé que quieres que te siga, para no sentirte afónica, en tus gritos y lamentos, anhelos y deseos. Has quedado atrás cuando pensaste, no, creíste, ir delante.

Ahora son mis huellas las que observas. Tu camino perece, y con él los escritos, tus pisadas y tu firma en cada pista.

Ya no eres la silueta que perseguía. Has caído, no despiertes.

Para mí, el juego terminó en el momento que lo empezaste.

Te pillé.

5/03.

¿Te odio?

Atrapados.

Author: Noúmeno /




El tiempo se desintegra cada vez que pienso en ella.

Amargo, Jean-Cláude se sentaba cada mañana en el acerado de enfrente de la casa de su ex-novia. El pretexto de cada día era el mismo, el paseo rutinario del cocket de su hermana: Bree. El pobre perro siempre quedaba libre albedrío al llegar a ese punto. A Jean-Cláude no parecía importarle. Simplemente tenía interés en los movimientos que se acontecían tras las cortinas que cubrían el interior de las ventanas.

Sé que está ahí dentro. Y aún así, siento que esas paredes son tan gruesas...

El perro podía distraerse con cualquier cosa. Era la antítesis del Jean-Cláude de aquellos días. Cargar con él le abrumaba. Sentía que no podía seguir su ritmo, y que para él era más fácil contactar a su ritmo con la propia realidad.

Si asalto aquella jaula, tal vez pueda rescatarla.

O al contrario. Mirando sus manos, Jean-Cláude daba con un vacío sensacional. Él estaba tanto o más atrapado que ella. Él, en un mundo si ella. Ella, en un mundo sin él.

Piedra, papel, tijeras.

Author: Noúmeno /

Christian Howler se había quedado a solas en aquella habitación vacía. La anaranjada hoguera le hacía perecer en el sueño más solitario de todos, donde el ocaso permanecía inerte durante horas y horas.

Intentaba buscar una forma en el amplio sillón veneciano, de tal manera que pudiese pasar el mayor tiempo posible estático, inmóvil. Las sombras de la habitación le crispaban, pero más le enfadaba aún el hecho de que fuesen provocadas por la única fuente de calor presente.

El sueño se convertía en angustia. El fuego enviaba sus sapientes chispas hacia la vera de la chimenea de piedra, esperando conquistar un poco más de la oscura habitación. Las cenizas amenazaban con irse y abandonar la fogata, junto a la leña que ya estaba consumiendose al completo.

El viento, en la única ventana patente, susurraba amenazante a Christian. Tal vez una rendija en el propio cristal era el causante de que el fuego se convirtiese en aliado del viento para iniciar una danza macabra que removía salvajemente todas las sombras de la habitación. Desde la del sillón, la de la botella que el hombre poseía en su mano derecha, y la de la figura del fondo.

Un trueno la reveló. Una figura que había entrado sin ser percebida por Christian. Sonreía, esperanzadora, a un hombre que daba su último trago a un Martini.La tormenta no rezaba ningún cometido bueno para aquella noche de Abril.

Christian Howler falleció en su propia casa, en su salón, víctima de una bala de 9 milímetros procedente de una pistola firmada con su nombre.

La casa de Lucilda.

Author: Noúmeno /

Colin se sentía semiabandonado en aquel apartamento. Ya había pasado media hora desde que Lucilda se marchó al trabajo nocturno. De esa media hora, un cuarto había pasado como si de 3 minutos se tratasen, mientras que el otro par de 15 minutos habían pasado como tres horas.

Sentado cerca de los ventanales, durante minutos y horas, el joven estudiante lidiaba con el tiempo para desvestir al sol en su ocaso. El color anaranjado del cielo teñía la única habitación con la que contaba el apartamento, serenando el ambiente y armonizándolo. Había algo oculto en el silencio, opaco a los ruidos ajenos de la ciudad.

Colin no hacía más que darle vueltas al mismo asunto. Lucilda. Culpa de ello era el hecho de tener cinco fotos de ella, de las portadas de la revista Vew, muy bien distribuidas por las paredes de la casa, de tal manera que su figura no escapase al joven chico. Las imágenes lanzaban miradas indiscrimadas a Colin. Parecían querer echarle de allí. O al menos esa era una de sus sensaciones.

La otra sensación la transmitía el tumulto de ropa esparcida por la habitación. Era obvio que toda pertenecesiese a Lucilda, que puesta y dada a quitarse ropa, no era muy dispuesta a ordenarla. De todas maneras, el pobre chico no se sentía con el coraje suficiente como para ponerla en otro lugar (sobretodo cuando se trataba de ropa interior).

Para pasar la tarde y noche hasta la llegada de Lucilda, la cama prometía ser un lugar idóneo, pero no fue así cuando la descubrió deshecha, y con miles de cojines por almohada. Incluso el sofá era incómodo para ver la pequeña televisión de 20 pulgadas. Al cabo de la tarde, Colin adoptó un sin fín de posturas distintas hasta lograr dar con una solución interesante al respecto: colocar uno de los cojines que había en la cama de Lucilda. Aún así, ver la tele tampoco era algo emocionante, después de comprobar que el audio estaba defectuoso, y se escuchaba a trozos.

También se percató en la pequeña planta que había al lado de la puerta de la entrada. Juraba no haberla visto cuando llegó en un principio, pero en ese momento, podía ver que estaba más o menos seca. Le echó inocentemente un vaso de agua por encima. Aunque no sirviese de mucho, así se sentía mejor.

¿Cómo he llegado aquí? Tal vez eso era parte de un plan divagante y sin sentido que lograría comprender al final, o tan solo un paso caótico hacia el infierno de la duda. Y todo por haber caído en manos de aquella "gentil" streaper.

Parásitos.

Author: Noúmeno /

Michelle dudaba que Chris fuese capaz de detener la expansión del VX:022 antes de que afectara a todo el sistema de LOGIA. Sin embargo, era capaz de discernir cuando la situación estaba en contra de ella y sus aliados.

- ¿Te vas a retirar tan pronto? - Dijo, altanera, Moebaa. - Supuse que serías capaz de usarme en condiciones. - La Nanoploide sonríe irónica ante la policia. Y aunque ella también sabía del peligro que suponía el hecho de que el virus de la infección se propagase en las instalaciones virtuales.

- No te puedes hacer la idea del tremendo odio que siento por ti. - La Nanoploide se rió ante el comentario de la rubia policia, aunque apenas tuvo tiempo de deleitarse de su rostro cruzado por la presión, puesto que la cogió rápidamente de la muñeca para llevarla en contra del camino de huída.

Puso conexión con el Mechamédico a través del cicuito de conexión privado. - ¡Lothar! ¡Lothar, contesta! ¡La VX tiene rei..! ¿¡Lothar!? - Chris no contestaba. En su defecto, el ruidode fondo de una conexión donde fallaba el receptor se escuchaba. - Mierda... - Michelle miró a Moebaa, amenazante, mientras corrían.

- ¡No me mires! Yo no hice nada de eso. Creo... -


Los corredores se hacían más estrechos con la caminata de ambas a alta velocidad. Pero esta vez el camino no las perdió, sino que llegaron directamente al Núcleo de Génesis de LOGIA. Pero algo había cambiado.

Moebaa sonrió lascivamente. Una sonrisa que derivó en una risa demoníaca.

El VX había petrificado el Núcleo. Las paredes del centro de Alimentación se caían por su propia acción de Absorción de la materia LOGIA. Servirse de un proceso vital, para convertirse en algo mortal. Esa era la verdadera inteligencia de destrucción de Parásita...

- ¿¡LOTHAR!? ¡¿Dónde diablos estás!? - En cambio, Michelle estaba preparada para volver a invertir las reglas de la Muerte.

Te recuerdo en mis lágrimas.

Author: Noúmeno /




¿Cómo podrías conocer mis lágrimas mejor que nadie? ¿Por qué no me detienes? ¿Cuánto ha de pasar hasta que, finalmente, mis ojos olviden como hacerlo? ¿Por qué no me ayudas? ¿Por qué he de llorar siempre...?

Tanto te he odiado, que me he arrepentido de no poder hacerlo con naturalidad. Tanto te he querido, que he odiado reconocerlo. Es mi anhelo, es que desaparezcas de mis sueños. Es mi deseo, que tu reflejo se invierta en mis lágrimas. Porque aún te veo ahí, entre mis ojos y la realidad.

Una sombra hecha del agua de mi vida. Mis lágrimas, que desaparezcan.

¿Cómo podría borrarlas de mi faz? ¿Cuándo dejarán de brotar? ¿Por qué huyen de mis pensamientos para reposar en el sucio suelo de mi habitación? ¿Qué es lo que debo hacer para olvidarlas...?

No quiero reconocer que ellas se llevan lo mejor de ti, de mi.

Lágrimas.

Amatista.

Author: Noúmeno /



Pensaste que sus ojos eran únicos.

Creíste que no había nada más detrás de ellos.

Dudabas la vericidad de tal deseo.

Jugaste con tus propios pensamientos.

Soñaste con la oportunidad y el momento.

Velabas por sus simples anhelos.

Dormías, y rezabas.

Necesitabas un momento más.


Pensaste que sus ojos eran únicos.

Y sin embargo, aún no te convencías.

Fantasmas de mi propia fantasia.

Author: Noúmeno /

Para Lola era más fácil pensar en lo antiguo y remoto, sabiendo que cuanto más se alejase del presente, más lejos de la razón estaría. Y era en aquellos mundos míticos y de leyenda en los cuales basaba su actividasd diaria. Tal vez ese era uno de los aspectos que más me sorprendían de su indiferencia ante la poca originalidad del presente.

El día de la reunión se amaneció con una frase épica. "Hoy lo haremos, Dani." Lo cual, además de ser una revelación perturbadora para mi joven mente (sobretodo después de haber dormido en los mismos 8 metros cuadrados durante 3 días), no hizo más que encender todas las alarmas con las que contaba. Sabía que no debía hacer caso a la interpretación directa de la frase. E hice bien.

Bajamos al desayuno minutos después, tras un día más en el que veía la poca vergüenza con la que contaba cuando se trataba de mí. Fue allí donde toda idea originida por mis hormonas fue destrozada por la crudeza de su fantasía. "Bien, éste es el plan. La demente Matarratas debe de tener secuestrado a Pringaillo. Y como es probable que sepa que nosotros sabemos que ella sabe que sabemos lo que sabemos," hubo un instante de pérdida por mi parte. Enarqué una ceja e intenté eliminar el registro de esa última frase. "lo mejor que se me ocurre es ... ¡buscar en el sitio que solo ella sabe sin saber que nosotros sabemos que ella no lo sabe! ¿Entiendes?"

Si hubiera mentido, tal vez hubiera muerto. "¡Bien! ¡Nos equiparemos como es necesario! Quien sabe la de cosas que tendrá guardada en esa mazmorra tras su laboratorio de experimentos..."

Nunca el almacén del colegio me pareció un sitio tan atractivo.

Nos sobra tiempo.

Author: Noúmeno /


La niña seguía riendo después de media hora (tal vez exagero). Era curioso ver a aquel viejo haciendo arrumacos a un niño que aún no había aprendido ni a andar. Pero más curioso era ver como ambos se divertían casi de la misma manera. Tal vez había algo gracioso en las arrugas faciales del abuelo de Damián, y que a la vez, dicho aspecto humorístico se reflejase en la tierna cara de su hermana de 9 meses.


Sin embargo, por más que me interesase en descubrir esa misteriosa chispa que encendían ambas risas, no lograba dar con nada. Me parecía un tanto... Bueno, solo diré que era un sinsentido. Esos rostros no me hacían reir, y la risa de la niña parecían los gritos de Medusa, de tal modo que tras varios minutos de risas atronadoras, mis oídos tendrían las mismas dioptrías que mis ojos. (Que son bastantes... En el caso de que la sordera se pueda medir como la miopía.). ¡Pobre tímpanos!

Aún así, no había nada más interesante en lo que entretener mi vista en el salón. Ni siquiera había algo verdaderamente llamativo en la televisión. Tampoco tenía nada para llevarme a la boca y mucho menos mi I-Pod o mi Nintendo DS. Nunca la espera se me hizo tan larga. No hacía más que repasar el último mensaje que me había dejado Beatriz en el móvil. “¡De acuerdo! ¡Estaré allí!” Y creo que comparto la misma sensación de Damián al pensar que la demora podría estar justificada al no indicar ningún momento exacto para quedar.


Y la niña seguía gritando sus risas. Definitivamente, ahora entiendo porqué la mayoría de los abuelos se llevan tan bien con los bebés: ¡Están sordos!

G I G A S N O N E I M #01

Author: Noúmeno /


"Empecemos un nuevo viaje."

En esta ocasión, caminemos observando. Me he cansado de andar hacia el frente sin saber qué he dejado en cada cruce. Y es que quiero estar seguro de que dejo mis huellas en el sendero, aunque sean las de mis desgastadas deportivas, sin valor ni garantía. Quiero ver qué tan amplias pueden llegar a ser mis zancadas, y quiero ver si de verdad podría ir a saltos para evitar esas piedras que veo por delante.

Para este viaje te he llamado. No quiero ser el único capaz de discernir en el camino. Te quiero como testigo, y como ayuda, mi amigo. Deseo que compartas esta vía hacia lo desaventurado, con motivo de descubrir un poco más de nosotros. Puede que encontremos lo que buscamos, o puede que nos cansemos y volvamos. Sin embargo, yo te apoyaré a que me sigas. A fin de cuentas, es un camino más. ¿Qué puede haber de malo, más que el cansancio?

Quisiera saber si estás de acuerdo en acompañarme. Tan solo demuéstremelo caminando.

Hacia delante.